EL DESAFÍO DE SER HUMANOS
REFLEXIONES ACERCA DE LA EXPERIENCIA HUMANA, EL DESARROLLO DE NUESTRO POTENCIAL Y EL ARTE DEL BUEN VIVIR
2. La autobservación, el darse cuenta y la expansión de la consciencia
En el darte cuenta no hay juicio, es sólo desde la contemplación plena que puedes darte cuenta… y ella surge sólo si antes permites que la experiencia ocurra en ti, sea cual sea. Desde la contemplación accedes a la verdad interior, a tu verdad, a tu voz interior.
En medio de todo eso es que ocurre el darse cuenta, no hay juicio alguno ahí, sólo observas cómo funcionas, observas una tendencia, algo repetitivo, por ejemplo: «siempre en mi relación con x, ocurre tal cosa». Necesitas observar para comprender, mirarlo una y otra vez, hasta que de repente, ya no sólo ves el comportamiento, la manifestación concreta en tu día a día, sino que también te das cuenta de lo que está en el fondo de eso, lo que lo origina. Entonces ves lo que ha estado oculto a tu conciencia. Eso es expandir tu conciencia. Es en la vida cotidiana, en la relación con los otros, en el ser en el mundo… Es en ese vivir, que el ejercicio de atención plena (la presencia), nos va llevando a darnos cuenta.
En la expansión de la consciencia no hay intelecto, en ese preciso instante que lo oscuro se ilumina, no hay intelecto, hay presencia total, estás ahí en ese momento viendo eso, desapegadamente, a cierta distancia. La suficiente como para ver sin desconectarte de tu ser, entonces sabes que eso ocurre en ti, y a la vez, que no pertenece a tu esencia. Cuando eso ocurre, de algún modo sales de un espacio psíquico, interior, sales de un sitio desde donde has estado viendo el mundo y te sitúas en otro, uno nuevo, uno desconocido, que no sabes dónde te llevará pero tienes la certeza de que es más iluminado.
Por eso que he experimentado ya en múltiples ocasiones, digo, sea lo que sea que estés viviendo, déjalo ocurrir, permítete sentir en su totalidad la experiencia, por más dolorosa o desagradable que pueda ser, eso significará incluso sentir que te vuelves loco/a en ocasiones, perderte, revolcarte en lo más oscuro de las pasiones, aterrorizarte, sentir lo perecedero, la muerte en cada célula de tu ser y toda la gama de manifestaciones posibles, propias de nuestra condición humana. Ahí, en la aceptación de lo que nos ocurre a este nivel mundano, encarnado en este cuerpo que incluye emociones, sentimientos, modelos de conductas, modos de ver el mundo transmitidos de generación en generación, memorias inconscientes de nuestros linajes, el propio recorrido del alma y su manifestación terrenal; en la aceptación de todo eso es que se hace posible observarnos y comprender.
Para poder observar es preciso aceptar que todo eso que suelo catalogar como «feo o malo», también soy yo, porque sí, arrastramos lo feo y lo oscuro también. Es parte de la experiencia de vida. Sólo cuando aceptamos esto podemos observar, y cuando observamos realmente, podemos empezar a comprender. Por eso la «atención» es parte del camino de la meditación, uno de los primeros pasos.
El observarte sin juicio te lleva inevitablemente a descubrir aquello que origina un conflicto en ti. El conflicto siempre es contigo, observar al otro sólo tiene sentido si lo usas para volver tu mirada hacia ti mismo, y esto debes hacerlo cuantas veces sea necesario, te puedes pasar la vida en eso incluso, pero si te decides a hacerlo, ya estarás en el camino de construir la paz.
La Paz ocurre cuando la construimos en nosotros mismos – como adentro, afuera-
El conflicto siempre es con uno mismo, entonces nuestro único ejercicio ha de ser observarnos, estar atentos, presentes, comprender.
Pasa que nos atrapa la inercia del funcionamiento y dejamos de ver, caemos en la trampa, culpamos al otro. No es cierto. El otro es el que es. Si hago mi trabajo para construir y mantener la paz en mí, eso ocurre afuera también, con todos los que me rodean. Vivo en paz, aporto paz, no genero conflicto. Habrá veces en que no lograré mantener la paz, que pasaré por la guerra. Si ya la conozco, sé los costos feroces de ella. La guerra en el mundo hace evidente esos costos. Basta mirarlos para elegir hacer el trabajo necesario para evitarla.
Cuando observo, especialmente cuando me observo, es que comienzo a vivir conscientemente y sólo entonces puedo hacerme cargo de conducir mi vida hacia donde quiero y puedo vivir del modo que quiero. Solo desde la conciencia es posible la libertad y el buen vivir. Si quiero Paz, si quiero vivir en armonía, necesito tomar esa responsabilidad.
La consciencia de mí mismo, es la posibilidad cierta de aprender el arte del buen vivir. Para ser consciente de mí, necesito una actitud curiosa y amable, sin lo amable no es posible. Cualquier otra emoción impide la visión clara. Sólo el amor permite la atención, y sólo la atención permite ver claramente. Entonces puedes dedicar una gran parte de tu tiempo a esta tarea, eso es vivir presente.
Todas estos aspectos están unidos. Luego, cuando hacemos tal ejercicio constantemente, nos damos cuenta del poder que tenemos para transformarnos, para sanar, para eliminar lo dañino, para tomar lo que nos sirve de nuestra herencia humana, para vivir como queremos.
Cuando hacemos este ejercicio constantemente, empezamos a habitarnos desde el amor, entonces todo lo demás en nuestra vida se empieza a teñir de amor, todos nuestros actos nacen de ese lugar, damos forma al amor… cada día damos forma al amor.
Como todo, es un camino. Como la vida, un proceso que se despliega y repliega, que tiene sus ciclos, es importante respetarlos, soltar el control para hacer la tarea en lo propio y para distinguir los momentos adecuados para cada tarea.
El camino es propio; y también necesito al otro. Es una dualidad ineludible de lo humano. Lo yin y lo yang; lo firme y lo suave; mi camino, el camino de todos. Caminar con otros sin perdernos en el otro. Parece una paradoja, pero la posibilidad de vivir en paz y amor con cualquier otro, implica la firmeza y fidelidad a mi propio camino.
El Amor a mi condición humana de etern@ aprendiz, la posibilidad de oír con claridad mi propia voz interior, y la honestidad conmigo mism@, parecen jugar un rol clave para estar alineados con la vida y responder al momento presente.
Estamos siendo llevados por la fuerza de la vida, esa fuerza nos invita a desarrollar nuestro potencial humano y divino. Sea cual sea el paso, la decisión, la resolución, esa energía no para. Ensayo y error, aprender viviendo, saber distinguir cuándo es momento de retirarse, de descansar, de organizar, de contener, de dirigir. Para todo hay un momento. Para todo hay un tiempo.
El arte de vivir es algo que debemos aprender cómo raza. Estamos en eso, estos tiempos son para eso. Todo está dado para que se ilumine lo dañado. No quiere decir que estemos peor, quiere decir que está entrando luz…
Y acá, cada uno es libre para escoger si hacer o no la parte que le toca.
Margarita Arredondo Ríos